
Estrategias para Mejorar la Calidad del Sueño y Promover una Vida Saludable
La Importancia del Sueño para la Salud y el Bienestar El sueño es una parte fundamental de nuestra vida, y su calidad impacta significativamente en
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Imagina que dentro de tu cuerpo hay un equipo de bomberos siempre alerta, listo para apagar cualquier pequeño fuego que se declare. Ahora, piensa qué ocurriría si el jefe de bomberos, el encargado de dar la alarma y coordinar la respuesta, a veces estuviera distraído, no recibiera bien las señales de humo o no tuviera suficiente «agua» para actuar eficazmente. Los fuegos pequeños podrían seguir ardiendo sin control, ¿verdad? Algo muy parecido sucede en nuestro organismo con la inflamación y un «superhéroe» interno silencioso pero increíblemente importante: el nervio vago. ¿Te intriga? Sigue leyendo y descubre la fascinante relación entre la inflamación crónica y el nervio vago, y por qué entenderla puede ser fundamental para cuidar tu salud general.
Seguro que has oído hablar de la inflamación. Normalmente la asociamos a algo visible: un tobillo hinchado tras una torcedura, la rojez alrededor de un corte… Eso es inflamación aguda, y es buena. Pero hay otro tipo de inflamación, más sigilosa: la crónica.
La inflamación aguda es la respuesta rápida y necesaria de tu cuerpo ante una lesión o una infección. Es como el equipo de bomberos llegando rápido al lugar del incidente: acuden células inmunitarias, se produce hinchazón, calor, rojez y dolor temporalmente. Su objetivo es eliminar la causa del problema (bacterias, células dañadas) y empezar la reparación. Una vez cumplida su misión, la inflamación aguda desaparece. ¡Es una amiga indispensable!
La inflamación crónica, en cambio, es como un fuego que nunca se apaga del todo. Es una respuesta inflamatoria de bajo grado pero persistente, que puede durar meses o incluso años. El sistema inmunitario sigue enviando señales de «alarma» y células inflamatorias, pero sin una amenaza aguda que combatir. Con el tiempo, este estado inflamatorio constante puede empezar a dañar los propios tejidos y órganos del cuerpo, contribuyendo a una gran variedad de problemas de salud. Es la enemiga silenciosa.
Las causas de este «fuego latente» son variadas y a menudo se combinan:
A diferencia de la inflamación aguda, la crónica no siempre da señales obvias. Sus manifestaciones pueden ser sutiles y generales, como:
Es importante recordar que estos síntomas pueden tener muchas causas, pero la inflamación crónica suele ser un factor común subyacente.
Ahora, conozcamos al «jefe de bomberos» de nuestra analogía: el nervio vago. Su nombre viene del latín «vagus», que significa «vagabundo», ¡y le va perfecto! Porque este nervio realmente viaja por todo nuestro cuerpo.
Es el décimo de los doce pares de nervios craneales y el más largo de todos. Nace en el tronco cerebral y «vaga» hacia abajo, conectando el cerebro con casi todos los órganos vitales del tórax y el abdomen: corazón, pulmones, estómago, intestinos, hígado, bazo, riñones… ¡Es una auténtica autopista de información!
El nervio vago es el componente principal del sistema nervioso parasimpático. Piensa en el sistema nervioso autónomo (el que controla las funciones automáticas) como un coche con dos pedales: el acelerador (sistema simpático, el de «lucha o huida») y el freno (sistema parasimpático, el de «descanso y digestión»). El nervio vago es el encargado de pisar el freno. Cuando está activo, promueve la calma, ralentiza el ritmo cardíaco, favorece la digestión, estimula la relajación… En resumen, nos ayuda a recuperarnos del estrés y a mantener el equilibrio interno (homeostasis). Un indicador de la buena actividad del nervio vago es una alta variabilidad de la frecuencia cardíaca (VFC), que mide las pequeñas fluctuaciones entre latidos y refleja la capacidad del cuerpo para adaptarse.
El nervio vago es el canal de comunicación más importante entre nuestro intestino y nuestro cerebro. Envía constantemente información sobre el estado de nuestra digestión, la composición de nuestra microbiota intestinal y la presencia de posibles «problemas» (como inflamación) desde el intestino hacia el cerebro. Y también lleva órdenes desde el cerebro hacia el intestino para regular la motilidad, la secreción de jugos gástricos y la función inmunitaria intestinal.
Aquí es donde la historia se pone realmente interesante. Los científicos han descubierto que el nervio vago no solo detecta la inflamación, sino que también juega un papel activo en ¡controlarla! Este mecanismo se conoce como el «reflejo inflamatorio colinérgico».
Las fibras nerviosas del nervio vago tienen receptores capaces de detectar la presencia de moléculas inflamatorias (citoquinas, como el TNF-alfa) que circulan por el cuerpo o se producen en los órganos. Cuando detecta estas señales de «humo», envía una alerta al cerebro.
Al recibir la señal de alarma, el cerebro procesa la información y, si es necesario, utiliza de nuevo el nervio vago, pero esta vez en sentido descendente, para enviar una orden específica a ciertos órganos, especialmente al bazo.
Las señales que viajan por el nervio vago hacia el bazo estimulan la liberación de una sustancia (acetilcolina) que actúa sobre las células inmunitarias (macrófagos) presentes allí. Esta sustancia les dice a los macrófagos que «bajen el ritmo», que dejen de producir tantas citoquinas pro-inflamatorias como el TNF-alfa. Es como si el jefe de bomberos diera la orden de cerrar la manguera principal una vez que el fuego está bajo control, evitando que el agua cause más daños de los necesarios. Este es el increíble poder antiinflamatorio natural del nervio vago.
Si nuestro «jefe de bomberos» no está en plena forma, su capacidad para detectar el humo y dar las órdenes correctas disminuye. Esto es lo que se conoce como un «bajo tono vagal» o una baja actividad del nervio vago.
Cuando el tono vagal es bajo, el reflejo inflamatorio antiinflamatorio no funciona tan eficientemente. El nervio vago no frena adecuadamente la producción de citoquinas pro-inflamatorias. Como resultado, la inflamación de bajo grado puede persistir y volverse crónica más fácilmente, ya que falta ese mecanismo natural de control. Se cree que un bajo tono vagal está relacionado con una mayor susceptibilidad a condiciones asociadas con la inflamación crónica y el nervio vago.
Diversos factores de nuestro estilo de vida pueden influir negativamente en la actividad de nuestro nervio vago:
La buena noticia es que podemos adoptar hábitos que favorezcan un buen tono vagal y, por tanto, ayuden a nuestro cuerpo a gestionar mejor la inflamación:
La respiración diafragmática (abdominal) lenta (unas 6 respiraciones por minuto) es una de las formas más directas y efectivas de estimular el nervio vago y activar el sistema parasimpático. Dedica unos minutos al día a practicarla.
Breves exposiciones al frío (terminar la ducha con agua fría, salpicarse la cara con agua muy fría) pueden estimular el nervio vago. Empieza poco a poco y escucha a tu cuerpo.
Estas actividades hacen vibrar las cuerdas vocales, que están conectadas al nervio vago. Además, ¡son divertidas y reducen el estrés! Hacer gárgaras también puede tener un efecto similar.
El ejercicio físico regular, sin necesidad de que sea extenuante, se asocia con un mejor tono vagal y beneficios antiinflamatorios. Caminar, nadar, yoga, tai chi… elige lo que te guste.
Cultivar relaciones sociales positivas, practicar la gratitud y experimentar emociones agradables también parecen influir positivamente en el nervio vago.
Una dieta rica en fibra (frutas, verduras, legumbres), alimentos fermentados (yogur natural, kéfir, chucrut) y grasas saludables apoya una microbiota intestinal diversa, lo cual es fundamental para la buena comunicación a través del nervio vago.
Desde la perspectiva quiropráctica, entendemos que el sistema nervioso es el sistema maestro que controla y coordina todas las funciones del cuerpo, incluida la respuesta inflamatoria. La columna vertebral protege la médula espinal, una parte crucial de esta red de comunicación.
El enfoque quiropráctico se centra en detectar y corregir posibles restricciones o disfunciones en la movilidad y alineación de las vértebras (lo que llamamos subluxaciones vertebrales). Creemos que estas disfunciones pueden interferir con el flujo normal de información a través del sistema nervioso.
Aunque la quiropráctica no «estimula» directamente el nervio vago ni elimina la inflamación de forma directa, al trabajar para optimizar la función de la columna vertebral, buscamos mejorar la capacidad general del sistema nervioso para comunicarse eficazmente. Un sistema nervioso que funciona sin interferencias puede estar mejor equipado para regular adecuadamente todos los procesos corporales, incluyendo la respuesta inflamatoria natural gestionada en parte por el nervio vago. Se trata de apoyar la capacidad innata del cuerpo para mantenerse en equilibrio.
La conexión entre la inflamación crónica y el nervio vago es un campo de investigación apasionante que nos revela la increíble inteligencia del cuerpo humano. Entender que tenemos un sistema interno diseñado para controlar la inflamación y que podemos influir en él a través de nuestros hábitos es muy poderoso.
Cuidar tu nervio vago es cuidar tu capacidad natural para mantener la inflamación a raya y promover un estado de bienestar general. Adoptar un estilo de vida que incluya una buena alimentación, manejo del estrés, ejercicio, descanso adecuado y asegurar una óptima comunicación nerviosa son pasos fundamentales. ¡Empieza a conocer y apoyar a este increíble «vagabundo» interior!
Te animamos a que te cuides desde ahora, sin esperar a sentirte mal o tener diversos síntomas.
Estas son algunas de las respuestas esperamos resolver tus dudas sobre la quiropráctica, para mas información visita nuestra FAQ
Sí, muy seguro. El ajuste quiropráctico actúa sobre el sistema nervioso, con la finalidad de permitir que la capacidad de recuperación del propio cuerpo funcione con normalidad.
Son millones de pacientes, de todas las edades y gran variedad de casos y severidad, que van al quiropráctico sin sufrir efectos negativos.
¿Por qué? La quiropráctica tiene un excelente historial de seguridad, ya que evita procedimientos invasivos.
Varios estudios han demostrado que la atención quiropráctica es 250 veces más segura que el tratamiento con medicamentos antiinflamatorios.
El objetivo de la quiropráctica es permitir que el organismo funcione mejor en todos los sentidos.
Cada célula de nuestro cuerpo está regulada por el sistema nervioso central.
La quiropráctica se centra en corregir lo que llamamos subluxaciones vertebrales, que son interferencias que se producen a nivel vertebral que impiden que el organismo realice todas las funciones adecuadamente, por lo tanto, impide que disfrutemos de una salud óptima.
La gran mayoría de sus usuarios se sienten mejor, se recuperan más rápido y minimizan el uso de medicamentos y cirugías.
Muchos de los que utilizan la quiropráctica notan que gestionan mejor el estrés, tienen más vitalidad y disfrutan más de su día a día.
No. La quiropráctica es una profesión sanitaria complementaria y distinta a la medicina (según la OMS).
Se estudia en universidades de quiropráctica especializadas. El profesional quiropráctico recibe una formación mínima de 5 años que garantiza la calidad y la seguridad del servicio que ofrece.
En los estudios de quiropráctica no se estudia farmacología ni cirugía, pero se profundiza en el estudio de fisiología, anatomía, radiología, neurología y técnicas específicas manuales quiroprácticas.
Dado que en España esta profesión aún no está homologada, es muy importante acudir a un quiropráctico “de verdad”.
Existen personas que se aprovechan de este vacío legal para realizar manipulaciones en la columna vertebral sin los estudios superiores en quiropráctica.
Por ese motivo, si buscas un quiropráctico, te recomendamos que consultes en la web de la Asociación Española de Quiropráctica los profesionales que sí tienen el título correspondiente.
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